La autoevaluación es una herramienta muy poderosa en la calidad, siempre y cuando sea parte inherente al enfoque de la calidad en el centro y se lleve a cabo de forma sistemática y comprensible. En la mayoría de los casos, la establece y coordina el equipo principal de la calidad en el centro, al que se unen otros agentes y expertos, bajo la responsabilidad del gestor de la calidad; no obstante, otros miembros del personal ―en especial, profesores e instructores― están invitados a participar en este proceso. La alta dirección también debe participar y motivar a profesores, instructores y otras partes interesadas, a reunirse en pequeños grupos para las autoevaluaciones de la calidad; en ellas, se han de abordar los puntos fuertes y los puntos débiles de la organización en debates abiertos y honestos.
En los debates, se deben considerar los hechos y las opiniones recogidas por diferentes fuentes de información, pero también se ha de confiar en el «conocimiento intangible» de profesores, instructores y otros profesionales. Ikujiro Nonaka y sus colaboradores han demostrado que el conocimiento organizativo siempre se genera a partir de dos fuentes: el «conocimiento explícito», que consiste en datos, niveles e indicadores, y el «conocimiento implícito» e intangible, basado en la experiencia, las opiniones y las percepciones individuales de la realidad (Nonaka et al., 1994). Este tipo de conocimiento se detecta con dificultad si se usan instrumentos de opinión estandarizados. Una gran desventaja de la autoevaluación es que no detecta problemas complejos, conflictos ocultos ni bloqueos que se podrían afrontar y resolver en debates abiertos. Es conveniente combinar ambos tipos de fuentes de conocimiento, de tal modo que el enriquecimiento mutuo generará conocimiento nuevo e innovación en una organización.
Cuadro 19. Condiciones previas para una autoevaluación con éxito
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Se ha probado la utilidad y efectividad de las autoevaluaciones como instrumento para crear dinámicas sólidas, dirigidas a la calidad; sin embargo, estas solo alcanzan unos resultados óptimos cuando se convierten en una parte integrada de los estándares de gestión y estructura organizativa del centro de FP. Si el personal las admite, sus resultados se transforman en decisiones inmediatas para mejorar la calidad. Esto puede traducirse, por ejemplo, en desarrollar una cultura pedagógica, armonizar la teoría y la práctica, introducir nuevos medios en las actividades diarias de enseñanza y elaborar criterios comunes para evaluar el rendimiento de los estudiantes. Por tanto, cuando sus resultados se usan para definir soluciones inmediatas, las autoevaluaciones son importantes en el establecimiento de una cultura de la calidad interna en el centro.
Las auditorías internas sobre calidad conforman otra herramienta para la autoevaluación de los centros de FP. Las realizan agentes de la calidad a tiempo parcial, escogidos entre el personal docente. Estos se basan en su experiencia propia, pero también se deben formar continuamente, para auditar los diferentes departamentos de cualquier organización de un modo profesional. Puesto que están familiarizados con el centro y su personal, los agentes de la calidad pueden proporcionar una respuesta inmediata a los responsables de las áreas auditadas, impulsando, así, la calidad. Además, generan informes de auditoría, que se consideran en la planificación anual y los objetivos de planificación de los objetivos de calidad, y que sirven para preparar la acreditación externa. Los informes se entregan a la alta dirección, que toma decisiones para llevar a cabo cambios y mejoras, en caso necesario.